La tortuga puede hablar mucho más del camino, que la liebre.

Anónimo

 

Como cuando vamos en coche, que las distintas velocidades nos permiten adecuarnos a los diferentes momentos del trayecto, los diferentes ritmos, nos permiten estar y afrontar la variedad de nuestras experiencias.

Hay momentos en que salir corriendo, es lo que toca, por ejemplo, si necesitamos huir, y otros en qué andar lento, nos permite mirar el paisaje y disfrutarlo, con mucho más detalle.

Lo neurótico o enfermo, es quedarse pillado en un ritmo , y no poder, ni saber, utilizar otros. Como Ir en coche siempre en quinta y a 120 km hora, tenga una cuesta por delante, una bajada, vaya por un camino de cabras o viaje por una autopista.

Hoy en día, prima la velocidad, el ir de un lado al otro corriendo, el hacer mucho y lo más rápido posible. Eso nos aleja de poder estar presentes en lo que hacemos, porque apenas comenzamos una cosa, cuando ya estamos adentrándonos en la siguiente.

El acelere y el exceso en el hacer, nos pasa factura en la salud física y psicológica. No nos damos cuenta que sobrecargamos la máquina, nos parece lo normal. Sólo cuestionamos nuestra manera de actuar, cuando la ansiedad, el malestar o la enfermedad aparecen.

La exigencia nos secuestra, nos pedimos hacer y hacer, y perdemos perspectiva y sentido común: no podemos funcionar siempre dando, necesitamos parar para coger fuerzas y energía. Si no lo hacemos, nuestro sistema nervioso comienza a colapsarse, y se enreda en un círculo vicioso: se queda pillado sólo en un registro, el sistema simpático, de activación, y le cuesta pasar al parasimpático, de restauración, integración y calma.

Al meditar, aprendemos del equilibrio, reconectando con la salud y sabiduría de la alternancia. Aprendemos a tener un hacer más esencial y realista, y descansar por bienestar, no sólo cuando llegamos al agotamiento y la fatiga. Aprendemos a hacer paradas con consciencia, y no tener que llegar al límite, cuando nuestro cuerpo nos dice stop.

Recuerda: cada vez que meditas, estás generando salud, dándote un respiro, por pequeño que sea. Cada vez que ralentizas y vas más despacio, estás descansando y haciendo que tu cuerpo baje la tensión. Cada vez que respiras con conciencia, soltando y tomando aire con profundidad, estás trayendo a tu vida una calma necesaria.

Cada vez que te haces tortuga, te cuidas, y además ayudas a que la liebre pueda correr más y mejor cuando lo necesite.

Descarga La Guía de Meditación Básica

En ella encontrarás claves que te ayuden a aproximarte a esta práctica.

¡Gracias! Ahora ve a tu correo electrónico, y confirma tu suscripción a La Jardinera para recibir tu Guía de Meditación.

Share This