En el fondo del corazón de muchas personas, hay guardados algunos secretos, respecto de los que hacemos verdaderos esfuerzos por mantener a raya.
Tienen que ver con todo lo que sentimos que es inadecuado, y que rompe con la imagen de lo que socialmente «debemos ser», por ejemplo sentirnos mal.
En una sociedad de la imagen, de clichés de éxito y de espacios diseñados para mostrar sólo la mejor cara, si mordemos el anzuelo y creernos que los mismos son realidades y medidas a las que hay que llegar, podemos sentir que hay mucho dentro que esconder, con el dolor y la confusión que esto implica.
Una de las suertes en mi camino, ha sido hacer procesos de trabajo personal en grupo, donde la gente abre el corazón y comienza a contar su historia entera, con luces y sombras. Y eso ha sido clave, porque cuando realmente hay espacios de confianza y las personas se muestran, vemos que en nuestro interior hay mucho de similar, que cuando dejamos que se asome, nos libera y nos conecta a los unos con los otros, porque ahí hay verdad.
Buscar encajar, gustar, en lugar de ser, implica un enorme esfuerzo del que no somos conscientes. Es una lucha agotadora, que se convierte en parte del problema, porque cualquier aspecto de nosotros que necesitemos abordar, requiere de aceptación para transitarse. Y sin en lugar de ello, utilizamos la energía en negarlo o querer quitárselo de encima, nos enfangamos más y más.
Este juego parte ya de en una base perversa, la creencia de que para ser queridos, tenemos que ser de una sola cara, basada más en una lata de refresco de coca cola que en la experiencia de un ser humano real.
La tristeza, el miedo, la inseguridad, etc. son parte de la vida y el camino pasa por también saber transitar lo que traen, no son un estigma o un problema a quitar, sino emociones o elementos reales de nuestra experiencia de vida. Forman parte de nosotros, y más que enmascararlos, hay que mirarlos y entender su mensaje.
La vida humana, no es puro brillo, hay de todo y vivir negando la verdad, nos confunde todavía más.
A veces vivir cuesta, hay momentos duros, en nosotros los bajones están, y no se trata de regodearse en ello, ni tampoco en fingir que nada de esto existe.
Acoger la verdad de nuestro interior y poder vivir con cierta honestidad, nos comienza a salvar y sobre todo nos enlaza realmente con la verdad de los otros humanos que son como nosotros.
Paradójicamente cuando nos vemos desde ahí, hay compuertas que se abren, aire que comienza a entrar y conectamos.