Cada momento contiene un universo, que puede pasarnos desapercibido o
abrirse delante de nosotros y regalarnos su fragancia, la única diferencia es
nuestra presencia.

La Jardinera

 

Una de las prácticas meditativas tradicionales, consiste en meditar en acción. Esto implica utilizar cualquier actividad cotidiana para ejercitar la atención plena.

La primera vez que estuve en un Monasterio Zen, conocí esos momentos de meditación al limpiar un cristal, poner la mesa o preparar la comida, a los que se les llama Samu.

Realmente la meditación tiene como objetivo traernos a la vida diaria con más presencia y conciencia. Sentarse a meditar, es una forma de aprender a ejercitar una actitud en un inicio, que tiene como objetivo expandirse a nuestra vida en general.

Si hacemos nuestra sentada diaria, por ejemplo, pero luego durante el resto del día nos dejamos arrastrar por la prisa y los automatismos, el impacto de la meditación en nuestra vida se reduce.

Por eso comenzar a ejercitar esos espacios de práctica en acción, por un lado, dan coherencia y fortalecen nuestro trabajo, y por otro lado nos permiten realizar facetas cotidianas desde una conciencia, que nos lleva a percibirlas llenas de matices, que de costumbre nos pasan desapercibidas.

Lo aconsejable es escoger, sobre todo al principio, actividades sencillas y/o manuales como: cocinar, limpiar, tejer, caminar, etc.

Así muchos momentos pueden convertirse en una oportunidad serenarnos, ralentizar, tomar conciencia de los detalles y entregarnos a las percepciones que nos traen.

Los mismos nos regalan la posibilidad de utilizar lo pequeño como un maestro, que nos insufla presencia y paz ¡aprovéchalos!

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En ella encontrarás claves que te ayuden a aproximarte a esta práctica.

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