Quien mira hacia fuera sueña, quien mira hacia adentro despierta.
Carl Gustav Jung
En torno a la meditación hay algunas ideas falsas como:
- Que la calma es quietismo.
- Que quien medita se evade.
- Que la serenidad nos deja fuera de juego y adormece.
- Que meditar nos separa de la vida más práctica.
Esto son prejuicios basados en la ignorancia y en la resistencia a salir de nuestros patrones habituales. De hecho, la ciencia cada día demuestra con más contundencia como la práctica de la meditación nos aporta bienestar a múltiples niveles.
Meditar nos invita a hacer, pero no hacer desde la prisa, la inercia y lo automático. Sino a un hacer más esencial y centrado. Aumenta nuestra capacidad de darnos cuenta, contribuyendo a una acción menos impulsiva y más sana.
Meditar nos ayuda a estar más presentes. Podemos evadirnos en medio de la ciudad con mil estímulos cerca o en medio del salón de nuestra casa con toda la familia delante. Evadirse no tiene que ver con estar cerca o lejos físicamente, sino con estar desconectados. Quien medita ejercita el músculo de aprender a estar aquí y ahora con lo que hay. Un aquí y ahora donde podemos descubrir montones de grandes pequeñas cosas que habitualmente nos pasan desapercibidas.
La serenidad nos ayuda a tomar mejores decisiones y disfrutar más de la vida. A veces lo que nos deja como autómatas es el estrés y la cantidad de exigencias, planes y tareas con los que programamos nuestros días.
Meditar no es solo sentarse en quietud y silencio, ni el objetivo es quedarse 30 minutos diarios en esa posición sin más, sino el ir incorporando el estar presente en nuestro ser y hacer cotidiano.
Se trata de aprender a estar en este mundo sin dejarse llevar por muchas de sus invitaciones que juegan en contra de nuestro bienestar. Funciona como un Imán que nos ayuda a vivir en mayor conexión con la parte más sabia, sana y serena que todas las personas llevamos dentro.