Hasta en situaciones extremas tenemos margen de maniobra para decidir, aunque solo sea la actitud con la que queremos vivir lo que nos haya tocado.
Víctor Frankl, psiquiatra prisionero en el campo de exterminio nazi de Auschwitz.
Ante un problema, reto o dificultad, pareciera en muchas ocasiones que la preocupación es la única respuesta que cabe y no cuestionamos si al preocuparnos contribuimos a la solución, o si hay otras alternativas en la manera que tenemos de enfrentar las cosas.
Stephen Covey utilizaba dos conceptos que merece la pena conocer: Zona de Preocupación y la Zona de Influencia.
La Zona de Preocupación, corresponde a aquellas cosas que nos preocupan pero que están fuera de nuestro alcance.
La Zona de Influencia, la representan las cosas que está en nuestra mano hacer para enfrentar los retos o dificultades que tengamos, donde con nuestra actitud y/o acción podemos incidir. Es una zona donde en lugar de preocuparnos, nos ocupamos.
En la Zona de Preocupación las soluciones se nos escapan. En ella estamos en el pensar más que en el hacer. Y en ese pensar podemos dar y dar vueltas a la mente, sin llegar a resultados y metiéndonos en el bucle de los pensamientos obsesivos. Ahí estamos dejándonos llevar por el piloto automático, ofreciendo una respuesta reactiva, que en lugar de ayudarnos, nos enreda, quita energía y paraliza. El pensamiento rumiante, no sale de pensar y nos lleva a la inacción. Si nos instalamos en este círculo nos podemos quedar estancados en la queja e impotencia.
En la Zona de Influencia no hay reacción sino discernimiento. Reflexiono, elijo y hago. Me ocupo y responsabilizo de lo que está en mi mano y me pongo en ello, aceptando y soltando lo que no está a mi alcance. Eso significa que descargo a mi sistema nervioso de la cantidad de pensamiento rumiante e inútil que malgasto en darle vueltas al coco. Me enfoco en dirigir mi energía a lo posible y al hacer, que es donde se producen los cambios en la vida.
Este salir de la Zona de preocupación y situarse en la de influencia, implica voluntad. Como hemos visto nuestra mente funciona automáticamente en la mayoría de ocasiones, repitiendo patrones, hábitos, en muchas ocasiones perjudiciales. La meditación nos ayuda a conocer esos automatismos, cuestionarlos y aprender a cultivar una mente más sana y constructiva.
Te aconsejo que hagas el ejercicio de visibilizar que asuntos están en tu zona de preocupación, y luego reflexiones acerca de ello ¿qué es lo que puedes hacer tú? ¿qué está en tu zona de influencia?
Te invito también a reflexionar sobre cómo quieres utilizar tu energía ¿para cargarte de preocupaciones que te abrumen o para enfocarte en tu margen de acción?. Sí aprendes a descargar tu sistema nervioso, éste puede descansar y estar más disponible para enfocarse en lo que realmente puedes y necesitas hacer.